“El regalo de un libro, además de obsequio, es un delicado elogio" (Anónimo)
En estos tiempos uno tiene la sensación de que ser padre es más difícil de lo que era antes. La conciliación familiar se nos hace en ocasiones muy complicada y tenemos que buscar y encontrar tiempo para escuchar a nuestros hijos, tiempo para disfrutar de ellos, tiempo para imponerles disciplina y tiempo para supervisar la tecnología que usan, el uso que hacen de internet o el tipo de televisión que ven.
Cuando hay que comprar un regalo un libro siempre es una apuesta segura, aquellos a los que les gusta leer miran el contenido de los libros hasta dar con lo que les parece que va a agradar más al niño en función de sus gustos o de su edad. Por otra parte están aquellas personas a las que no le gusta la lectura o, en otro caso,aquella gente mayor que sabe que no “conecta” con los gustos de sus nietos, es en estos casos cuando suele ser muy socorrido el dependiente de la librería, ya que uno le dice la edad y el sexo de la criatura, dos o tres cosillas más y entonces el librero muy atentamente nos va ofreciendo libros que le puedan ir bien, al final uno se fía, le parece que el libro es bonito, los dibujos están muy bien, compra el libro recomendado y se va tan contento.
Personalmente, suelo leer los libros de mis hijas antes que ellas, esa sana costumbre me ha llevado a censurar tres libros:
El primer libro censurado tenía un contenido político agazapado entre líneas muy poco recomendable.
El segundo empezaba como el inocente libro tipo “de dónde vienen los niños” y al final terminaba como una versión infantil del kamasutra, no es broma, había dibujos con mucha variedad de posturitas.
El tercero y más reciente se lo regaló un anciano pariente de mi hija con su mejor intención, el libro en cuestión aúna una edición muy esmerada y cuidada con unas historias de venganza, envidia, asesinato, canibalismo, satanismo y demás historias nada aptas para una niña de 9 años como era el caso.
Comentando en “Radio Patio” con otras madres el caso del tercer libro me encontré con una que también lo tenía y lo censuró antes de que lo leyera su hija; a otra de las madres (que trabaja con niños) se lo dejé y lo llevó al trabajo, donde un equipo de trabajadores sociales y psicopedagogos infantiles quedaron horrorizados de que se vendiera ese libro para esa edad.
Otra madre en “Radio Patio” me dijo que son las editoriales las que marcan la edad recomendada para la lectura de cada libro, pero que a veces las librerías les echan un vistazo y pueden modificar el criterio. Honestamente, no sé de quién es la culpa, si es de la editorial que edita libros para unas edades que no son las adecuadas, o de la librería que debería mirar con más cuidado lo que vende, aunque no tengo ninuna duda de que lo hace con la mejor intención.
Y es que, al final, lo que sí está claro es que también vamos a tener que encontrar tiempo para leer los libros antes que ellos.